¿Puede Estados Unidos recuperar su supremacía mundial?

Fuente: Pixabay

Berlín, RFA (Weltexpress). El influyente think tank estadounidense «Foreign Affairs» ha publicado un proyecto basado en la ilusión de la grandeza estadounidense. El autor del estudio muestra la típica pérdida de realidad del establishment de la política exterior estadounidense, que propaga soluciones simples.

Los imperialistas estadounidenses han sufrido graves reveses geoestratégicos en los últimos años, pero siguen creyéndose los amos del universo. Lo que es especialmente peligroso -tanto para ellos mismos como para el resto del mundo- es el hecho de que sigan comportándose como si pudieran dictar a todo el mundo, sancionar a voluntad y, si eso no sirve de nada, amenazar con la guerra e instigar el conflicto.

En vista de la arrogancia y omnipotencia de los belicistas de Washington, esto puede conducir rápidamente a escaladas incontrolables en los numerosos focos actuales de conflicto, todos ellos alimentados por Washington. Uno se acuerda del chovinismo de la Gran Alemania que condujo a la Primera Guerra Mundial y que tenía como lema: «Mucho enemigo, mucho honor».

El estudio sobre las ilusiones que se expone a continuación fue elaborado por Nadia Schadlow y publicado de forma destacada por Foreign Affairs en su página web el 9 de octubre. La Sra. Schadlow no es una recién llegada a la política de seguridad estadounidense, ya que fue Viceconsejera de Seguridad Nacional para Estrategia en la Casa Blanca durante la administración Trump y actualmente ocupa el cargo de «Senior Fellow» en el famoso Instituto Hudson, donde ya se está preparando para otra llamada de la Casa Blanca después de las elecciones. Al parecer, Foreign Affairs espera que Trump gane y ha invitado a alguien de su antiguo equipo para que explique cómo Estados Unidos puede recuperar su supremacía mundial bajo la presidencia de Trump.

En su artículo, la Sra. Schadlow admite que la situación geopolítica en torno a Estados Unidos ha cambiado radicalmente en los últimos años. La competencia entre las grandes potencias, que durante mucho tiempo se caracterizó por el dominio mundial de Estados Unidos, se ha intensificado, en particular debido al ascenso de China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Estos países siguen estrategias cada vez más agresivas y buscan formas de influir en el orden internacional, mientras que Estados Unidos debe adaptarse a los nuevos retos.

Según la Sra. Schadlow, que ya ha desarrollado un concepto al respecto, un segundo mandato presidencial de Donald Trump, que ya situó la competencia entre grandes potencias en primer plano durante su primer mandato, podría significar una profunda reorientación de la política exterior y de defensa estadounidense:

La necesidad de una nueva estrategia: ‘Overmatch’

Un concepto decisivo en la nueva era geopolítica es la idea de «overmatch». Esta estrategia se basa en la idea de que EEUU debe disponer de capacidades militares superiores para lograr victorias asimétricas sobre sus oponentes. La idea no es sólo estar preparado para conflictos individuales, sino estar en condiciones de llevar a cabo varios conflictos militares prolongados simultáneamente. Esto requeriría un refuerzo fundamental de las capacidades militares estadounidenses y una mayor independencia de las cadenas de suministro extranjeras, especialmente en la industria de defensa.

Sin embargo, la supremacía militar de EEUU se vería cada vez más amenazada por el rápido desarrollo del Ejército Popular de Liberación chino, que está a la altura de las fuerzas armadas estadounidenses e incluso puede ser superior en algunos ámbitos. Para restablecer la disuasión, EEUU tendría que ampliar significativamente sus capacidades militares y aumentar su capacidad de respuesta ante amenazas de todo tipo.

La fuerza económica como piedra angular del poder

Además de la superioridad militar, la soberanía económica es un componente central de la «estrategia overmatch», según el autor. EEUU debe liberarse de su dependencia de importaciones críticas, principalmente de países como China. Por ejemplo, el sector de defensa estadounidense depende en gran medida de las tierras raras, la mayoría de las cuales se importan de China. Esto representa un punto débil que podría poner en peligro el abastecimiento de las fuerzas armadas en caso de conflicto.

Para hacer frente a este reto, Estados Unidos debe reforzar su base industrial y crear incentivos para la producción nacional. Las inversiones en la producción nacional, especialmente en sectores críticos como la tecnología de las baterías, revisten una importancia crucial. Al mismo tiempo, es necesario introducir barreras arancelarias para proteger a las empresas estadounidenses de las (supuestas) prácticas de dumping chinas. Esto no sólo reforzaría la competitividad de EE.UU. en el comercio internacional, sino que también garantizaría su autonomía estratégica.

La política energética como palanca geopolítica

Otro pilar central de la nueva estrategia sería la política energética. En un segundo mandato, Trump podría centrarse en una reactivación del «dominio energético», una política que sitúe en el centro a los combustibles fósiles como el petróleo y el gas. Mientras que la administración Biden ha tratado de desplazar el centro de atención hacia las energías renovables, una administración Trump podría hacer hincapié en los combustibles fósiles para reducir la dependencia estadounidense de fuentes de energía extranjeras y reforzar al mismo tiempo su posición geopolítica.

La independencia energética también desempeña un papel en este contexto. EEUU es el mayor productor mundial de petróleo desde 2018, lo que no solo le da ventajas económicas, sino también flexibilidad geopolítica. Utilizar sus propios recursos energéticos ampliaría el margen de maniobra de EEUU y le permitiría reforzar sus alianzas suministrando recursos energéticos a Europa, por ejemplo.

Reforzar las alianzas y el liderazgo mundial

Un componente importante de la política exterior estadounidense bajo Trump ha sido la consolidación de alianzas. Esto probablemente continuaría en un segundo mandato, con un mayor enfoque en que los aliados amplíen sus capacidades militares y reduzcan su dependencia de adversarios como China y Rusia. Europa, en particular, suele mostrarse reacia a situarse totalmente al lado de Estados Unidos, pero una nueva administración Trump podría impulsar una cooperación más decidida.

Otro elemento de la política exterior sería reforzar las relaciones comerciales bilaterales en lugar de los acuerdos multilaterales. Esto podría ofrecer la ventaja de establecer asociaciones específicas con países ricos en recursos y reducir su dependencia de China. Mediante este tipo de acuerdos, Estados Unidos podría reforzar su posición geopolítica y ampliar su base económica al mismo tiempo.

Superioridad militar a través de la tecnología y la innovación

En el futuro, la superioridad militar estadounidense ya no se basará únicamente en la cantidad de equipamiento o el número de soldados, sino que dependerá cada vez más de las innovaciones tecnológicas. El uso de drones en el conflicto de Ucrania ha demostrado la eficacia con la que las tecnologías avanzadas pueden anular las estructuras militares convencionales. Del mismo modo, en un conflicto con China, por ejemplo, los misiles de largo alcance y los sistemas de armas innovadores podrían neutralizar las ventajas geográficas y cuantitativas de las fuerzas armadas chinas.

Para prevalecer en un posible conflicto, Estados Unidos debe asegurarse de que dispone de los medios tecnológicos necesarios para ir un paso por delante de sus adversarios. Esto requiere no sólo invertir en nuevas tecnologías, sino también un cambio profundo en los procesos de planificación y adiestramiento militar para prepararse para la guerra del futuro.

Realismo en la política climática

Otra característica potencial de una nueva administración Trump podría ser un enfoque más pragmático de la política climática. Mientras que la administración Biden se centró en una rápida descarbonización, Trump podría tomar un camino intermedio que tenga en cuenta el impacto económico del cambio climático en los países menos desarrollados. Esto también podría fomentar nuevas alianzas con estos países a medida que intentan diversificar sus economías sin desprenderse completamente de los combustibles fósiles.

Conclusión

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría suponer una importante remodelación de la política exterior estadounidense. En su primer mandato, ya redefinió la orientación geopolítica de EEUU para horror de las élites de la UE al situar la competencia entre grandes potencias, incluida la UE, en el centro de su política.

En caso de que Trump vuelva a ser presidente, cabe esperar, en efecto, que se apoye en una combinación de superioridad militar, independencia económica y una política dominada por la energía para asegurar la supremacía de EEUU a expensas de sus vasallos en Europa y el resto del Occidente colectivo. Sin embargo, su gobierno sólo empezará a conseguir el tipo de grandiosas hazañas que la Sra. Schadlow ha imaginado en su mencionada quimera.

Los pensamientos se encuentran a la ligera en las esferas, pero las cosas reales chocan con fuerza en el espacio.

El mero hecho de llevar la industria de defensa estadounidense a un nivel en el que produzca un «overmatch» frente a Rusia y China no sólo requeriría enormes sumas de dinero para reconstruir y ampliar la industria -desde las industrias proveedoras hasta el producto final-, sino que al mismo tiempo habría que invertir enormes sumas de tiempo y dinero en educación para proporcionar a la industria las generaciones de ingenieros, matemáticos y técnicos que faltan actualmente -dentro de quizá diez años-. Y es que la «fuga de cerebros», el desvío de científicos y técnicos cualificados del extranjero, que antes funcionaba, hace tiempo que se estancó. Y en cuanto al nivel de conocimientos técnicos de la población estadounidense, los norteamericanos -cuando se les deja a su aire- están generaciones por detrás de China y Rusia.

Estos y muchos otros problemas relacionados con la política comercial, las finanzas y el sobreendeudamiento de Estados Unidos, la inestable posición del dólar como moneda de reserva, las reacciones de los aliados de Estados Unidos ante el debilitamiento de la Organización Mundial del Comercio por parte de Schadlow y muchos más harán que su sueño de recuperar la supremacía mundial de Estados Unidos siga siendo sólo un sueño.

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