Berlín, Alemania (Weltexpress). Las relaciones económicas entre Alemania, sometida a las imposiciones de Bruselas, y China se encuentran ante un punto de inflexión decisivo. Lo que antes se consideraba una asociación fructífera se ha convertido en un escenario de tensiones crecientes.
La estructura de las relaciones comerciales entre Alemania y China, que antes se caracterizaba por las exportaciones masivas de productos europeos de alta tecnología al «Imperio Medio», se ha visto trastocada en los últimos años. Lo mismo ocurre con la UE en su conjunto: solo en el primer semestre de 2025, el déficit comercial de la UE con China ascendió a más de 300 000 millones de euros, una cifra récord que pone de relieve la persistente desigualdad. Alemania, como mayor país industrializado de la Unión Europea, se ve especialmente afectada por esta situación. El déficit alemán con China aumentó un 142,8 % en los primeros ocho meses del año, hasta alcanzar los 17 400 millones de dólares, frente a los 7200 millones del año anterior. Estas cifras se basan en las últimas estadísticas aduaneras de Pekín y no solo apuntan a cambios económicos, sino también a riesgos geopolíticos.
La inversión de las exportaciones de automóviles entre China y Alemania
Durante mucho tiempo, China fue la «mina de oro» para los fabricantes de automóviles alemanes. Marcas como Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz dominaban el mercado chino, donde los vehículos europeos de gama alta se consideraban un símbolo de calidad y estatus. Pero en 2025, la situación ha cambiado. Las exportaciones alemanas de automóviles a China se han desplomado un 43,9 % en los primeros nueve meses, pasando de 7000 millones de dólares a solo 4000 millones. Las transmisiones automáticas descendieron un 12,9 % y otras piezas de automóvil un 32,3 %. Las exportaciones totales de maquinaria se desplomaron un 16,2 % y los instrumentos de control un 25,5 %.
La transición de China hacia los vehículos eléctricos (EV) y los híbridos enchufables (PHEV) ha fortalecido a fabricantes nacionales como BYD, que se están expandiendo a nivel mundial gracias a su calidad y a sus precios imbatibles. Los motores de combustión europeos, que dependían de la demanda china, están perdiendo terreno. Al mismo tiempo, las importaciones de PHEV chinos a la UE se han disparado: en los primeros nueve meses de 2025, las entregas aumentaron un 439,4 %, hasta alcanzar los 2800 millones de dólares, eludiendo los aranceles antisubvención de la UE, que solo afectan a los EV puros y no a los vehículos híbridos PHEV.
Las importaciones de baterías de iones de litio procedentes de China, esenciales para la revolución de la movilidad eléctrica europea, subvencionada con miles de millones de euros, crecieron un 36,6 %; solo las importaciones de Alemania ascendieron a más de 9000 millones de dólares estadounidenses, y las de Bulgaria a más de 500 millones (un aumento del 860 %). Sin embargo, las ventas de vehículos eléctricos alemanes terminados se están estancando.
En una entrevista para Reuters, el analista de automóviles Gregor Sebastian, del «Rhodium Group», explicó que el propio auge de los híbridos en China ha dado lugar a una avalancha de nuevos y atractivos modelos que ahora se exportan. Los consumidores de la UE prefieren los híbridos debido al temor a la autonomía, que se han vuelto aún más atractivos tras la reciente flexibilización de las normas de emisiones de la UE. El resultado: la dependencia de Europa de la tecnología china se acentúa. Mientras tanto, fabricantes de automóviles alemanes como el director general de Mercedes, Ola Källenius, exigen que se flexibilicen las estrictas fechas de eliminación gradual de los motores de combustión establecidas por la UE. «Las rígidas normas sobre CO₂ deben adaptarse a la realidad», subrayó recientemente según Reuters.
El motor de las exportaciones alemanas se tambalea
Esta dinámica está afectando duramente a la industria alemana. El sector del automóvil, que representa el 19 % del PIB alemán, ha perdido más de 112 000 puestos de trabajo desde 2019, casi la mitad de ellos en los últimos doce meses. Las exportaciones a China, que en su día fue el segundo mercado más grande, han caído un 14 % y ahora ocupan el sexto lugar. La estrategia «Made in China 2025» de China —gran autonomía, calidad de fabricación, formas atractivas, precios bajos— ha intensificado la competencia, mientras que los fabricantes alemanes luchan contra los elevados costes energéticos y los obstáculos burocráticos impuestos por el Gobierno federal.
El esplendor de Alemania como motor tradicional de las exportaciones europeas se ha desvanecido rápidamente en los últimos tiempos. En el contexto de la política económica hostil a la industria del último y actual Gobierno federal, esta caída era tan segura como el «amén» en la iglesia. Desde la locura «verde» de la mal orientada llamada «transición energética», pasando por la política de sanciones impulsada por un odio irracional hacia Rusia (que afecta sobre todo al propio país y no a Rusia), hasta la sumisión incondicional a los dictados comerciales y arancelarios de Estados Unidos, que además exigen a Berlín aranceles punitivos contra China (lo que equivaldría a una ruptura de las relaciones comerciales con China), se sucedieron una catástrofe tras otra, con un efecto que se reforzaba mutuamente.
Irónicamente, en las estadísticas de exportación alemanas, las dos partidas «oro forjado» y «medicamentos» han sustituido a los automóviles como la mayor partida de exportación alemana a China, a pesar de que en Alemania hace mucho tiempo que no hay minas de oro. Por supuesto, la exportación de metales preciosos no puede sustituir a las exportaciones tradicionales de la industria alemana. Estos graves cambios estructurales son evidentes y probablemente irreversibles.
La presión sobre la industria automovilística es enorme. Sus representantes exigen, como es habitual en estos casos, aranceles protectores sobre los automóviles híbridos chinos, así como inversiones subvencionadas en la producción de baterías, una tecnología en la que los chinos ya son líderes mundiales, tanto en términos tecnológicos como de precios. Por lo tanto, la esperanza de los europeos de poder exportar al menos más a la India o Sudamérica se basa en castillos en el aire.