Poderes de la revisión – Serie: La reorganización del mundo desde la perspectiva de los guerreros fríos (parte 2/3)

Las banderas de Rusia, India y China. Fuente: Pixabay

Berlín, Alemania (Weltexpress). La parte 2/3 también presenta, desde la perspectiva de los guerreros fríos de EE. UU., las dinámicas internas del «eje del cambio», sus ambiciones estratégicas y su cooperación, incluidos sus esfuerzos por socavar la influencia occidental, como las sanciones.

El «Eje del Cambio», formado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte, está unido por un rechazo común al orden mundial dominado por Occidente. Los cuatro Estados consideran a Estados Unidos como el principal obstáculo para sus ambiciones regionales y aspiran a reducir la influencia estadounidense en sus respectivas regiones. «Los cuatro países ven a Estados Unidos como el principal obstáculo para el establecimiento de sus esferas de influencia», explican Andrea Kendall-Taylor y Richard Fontaine en su ensayo publicado en Foreign Affairs.

Cada país persigue sus propios objetivos geopolíticos: China reclama «intereses fundamentales» como Taiwán y el mar de la China Meridional, Irán se apoya en su «eje de resistencia» con grupos proxy en países como el Líbano y Yemen, Corea del Norte reclama toda la península coreana para sí misma y Rusia considera su «entorno cercano» —los países de su imperio histórico— como su esfera de influencia. Desde el punto de vista de ambos autores, el mundo parece tener una estructura tan simple.

A pesar de sus objetivos comunes, también existen tensiones dentro del eje. China y Rusia compiten por la influencia en Asia Central, mientras que Rusia e Irán rivalizan por los mercados petroleros en Asia. Los conflictos históricos, como la invasión soviética de Irán en 1941 o la rivalidad de larga data entre China y Rusia, podrían dificultar la cooperación. No obstante, los autores subrayan: «Sus diferencias no son suficientes para romper los lazos forjados por su resistencia común al mundo dominado por Occidente». Su objetivo común de debilitar a Estados Unidos y su liderazgo actúa como un fuerte vínculo.

Rusia desempeña un papel central como principal instigador de este eje. «La invasión de Ucrania marcó un punto de no retorno en la larga cruzada de Putin contra Occidente», afirman los autores. Desde el comienzo de la guerra, Moscú ha dependido del apoyo de sus socios, ya que las sanciones occidentales han restringido el acceso al comercio, las inversiones y la tecnología. China, Irán y Corea del Norte suministran municiones, drones, microchips y otros recursos que mantienen en marcha la maquinaria bélica rusa. Sin embargo, esta dependencia también da influencia a los socios: China obtiene sistemas de armas avanzados, Irán mejora sus capacidades militares y Corea del Norte aspira a nuevas tecnologías para misiles y submarinos.

La creciente cooperación militar del eje

Incluso antes de la invasión rusa de Ucrania, el apoyo militar de Moscú a Pekín había reducido la ventaja militar de Estados Unidos sobre China. Desde entonces, Rusia suministra a China aún más sistemas de armas avanzados. Al mismo tiempo, las maniobras militares conjuntas de ambos países han aumentado considerablemente en alcance, frecuencia e intensidad. Los oficiales rusos que han combatido en Siria y en la región ucraniana de Donbás comparten valiosas experiencias con sus homólogos chinos. Esto ayuda al Ejército Popular de Liberación a compensar su falta de experiencia operativa, que, según los autores, «supone una debilidad notable en comparación con las fuerzas armadas estadounidenses, curtidas en el combate».

Aunque la modernización militar de China ha reducido la urgencia de una cooperación defensiva más profunda con Rusia gracias a la ayuda de este país, ambos siguen apostando por la transferencia de tecnología y el desarrollo y la producción conjuntos de nuevos sistemas de armas. En febrero, por ejemplo, representantes rusos confirmaron que están trabajando con socios chinos en aplicaciones militares de la inteligencia artificial. Según los autores, Moscú mantiene una ventaja sobre Pekín en áreas clave como la tecnología submarina, los satélites de teledetección y los motores de aviación.

Si China aprovechara la posición de dependencia de Rusia en materia económica y financiera para forzar el acceso a otras tecnologías rusas avanzadas, esto podría socavar aún más la ventaja de Estados Unidos sobre China. Se observa una dinámica similar en las relaciones de Rusia con Irán y Corea del Norte. Moscú y Teherán han forjado una «asociación defensiva sin precedentes» que refuerza considerablemente la capacidad militar de Irán. Rusia ha equipado a Irán con modernos aviones de combate, sistemas de defensa aérea, tecnologías de reconocimiento y vigilancia, y capacidades cibernéticas que harían a Teherán más resistente en caso de ataques militares de Estados Unidos o Israel.

A cambio del suministro de municiones y otra ayuda militar de Corea del Norte a Rusia, Pyongyang habría exigido a Moscú tecnologías avanzadas espaciales, de misiles y submarinas. Si Rusia accediera a estas demandas, Corea del Norte podría mejorar la precisión y la capacidad de supervivencia de sus misiles intercontinentales con capacidad nuclear y aumentar el alcance y el rendimiento de sus submarinos con tecnología de propulsión nuclear rusa, temen los dos autores.

El uso de armas norcoreanas por parte de Rusia en el campo de batalla de Ucrania ya está proporcionando a los desarrolladores coreanos de Pyongyang datos valiosos que podrían utilizarse para seguir perfeccionando sus armas. Además, es probable que el apoyo ruso haya ayudado a Corea del Norte a lanzar con éxito un satélite espía militar en noviembre de 2024, tras dos intentos fallidos el año anterior.

Las ambiciones estratégicas del eje

Según los autores, estas ambiciones tienen como objetivo crear un orden mundial alternativo. Las maniobras navales conjuntas en el estrecho de Omán, la incorporación de Irán como miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la invitación a Irán a los países BRICS son ejemplos de sus esfuerzos por crear contraestructuras institucionales. Estas medidas aumentan la legitimidad de los miembros y abren nuevas oportunidades comerciales que eluden las sanciones occidentales.

Un aspecto central de su estrategia es el debilitamiento de los instrumentos occidentales, como las sanciones. «La proporción de las importaciones rusas que se liquidan en renminbi chino ha aumentado del 3 % en 2021 al 20 % en 2022», aclaran los autores. Irán y Rusia han firmado recientemente un acuerdo para realizar sus intercambios comerciales bilaterales en monedas locales, lo que les permite eludir la eficacia de las sanciones estadounidenses. Además, los países aprovechan su proximidad geográfica, por ejemplo, transportando armas a través del mar Caspio, para eludir la vigilancia occidental.

La cooperación del eje también debilita la capacidad de Estados Unidos para movilizar coaliciones internacionales contra las acciones desestabilizadoras del eje. La negativa de China a condenar la invasión rusa de Ucrania ha facilitado que países de África, América Latina y Oriente Medio adopten una postura neutral. En el ámbito de la información, los países refuerzan su impacto mediante narrativas coordinadas, como el apoyo a la afirmación de Rusia de que la OTAN provocó la guerra en Ucrania. Estos mensajes paralelos se refuerzan mutuamente y parecen más creíbles, según los autores.

El eje no aspira a un orden alternativo coherente, pero los autores advierten: «La historia demuestra que no es necesario un programa positivo para sembrar el caos». Al igual que el eje formado por Alemania, Italia y Japón durante la Segunda Guerra Mundial, no se necesita una visión detallada para desestabilizar el orden existente. La creciente coordinación de los cuatro países supone una grave amenaza que está cambiando el panorama geopolítico de forma duradera.

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