Berlín, Alemania (Weltexpress). Un artículo publicado en el otrora prestigioso «Washington Post» muestra cómo los principales medios de comunicación estadounidenses siguen apostando por una posible victoria de Ucrania, cayendo así en su propia narrativa de mentiras.
En una época al revés, en la que ya no se sabe qué noticias creer, sobre todo si proceden de Estados Unidos o del Occidente liderado por la OTAN, no sorprende el siguiente titular de un artículo del Washington Post publicado el día de la fiesta nacional estadounidense (4 de julio): «No creáis en la sabiduría convencional: Ucrania aún puede perder». en español: «No crean en la sabiduría convencional: Ucrania aún puede perder».
El artículo llega en un momento en el que Occidente, con sus valores, ya ha perdido hace tiempo su guerra por poder contra Rusia en Ucrania. Incluso si el ejército ucraniano se levantara de nuevo para una mini ofensiva, sería como mucho una pobre imitación de la ofensiva de las Ardenas de la Wehrmacht, que duró dos semanas en la segunda quincena de diciembre de 1944 y que, aparte de enormes pérdidas humanas por parte alemana, no logró nada.
A diferencia del presidente estadounidense Trump y del Pentágono, el régimen fascista de Kiev, junto con sus principales apoyos restantes en Londres, París y Berlín, se niegan obstinadamente a afrontar la realidad. Esta es también la impresión que sugiere el título del artículo de Lee Hockstader en el Washington Post. Sin embargo, si se lee el artículo en su totalidad, arroja una luz crítica sobre la situación actual de Ucrania y, entre líneas, presenta un análisis sombrío de la dinámica militar y política del país.
El autor argumenta, por ejemplo, que, a pesar de su supuesta resistencia, Ucrania corre el riesgo de perder la guerra, en particular debido a la reciente decisión de la Administración Trump de suspender el suministro de sistemas de armas críticos. Sin embargo, ignora que Ucrania, incluso con la enorme ayuda militar y financiera de todo el colectivo occidental —incluidos Australia, Corea del Sur y Japón— durante los últimos tres años y medio, no ha sido capaz de detener su declive. Mientras tanto, Rusia no solo ha desmilitarizado en gran medida Ucrania, sino también las reservas de los arsenales de toda la OTAN, por lo que los rusos avanzan cada vez más rápido a lo largo de los mil kilómetros de frente sin exponer a sus soldados a grandes peligros.
Como este contexto no encaja en la narrativa occidental, el autor Hockstader lo ignora por completo. En su lugar, explica el rápido avance de los rusos por el hecho de que el Kremlin está dispuesto a sacrificar a miles de sus propios soldados, que son enviados en oleadas humanas cada vez más numerosas contra las fortificaciones ucranianas. Para ello, recurre a las representaciones nazis de la campaña contra Rusia.
A pesar de las pérdidas soviéticas, mucho mayores que las de todos los demás aliados juntos, Rusia derrotó a la Alemania nazi. «Este paralelismo histórico sirve de advertencia de que, a pesar de las elevadas pérdidas en la guerra de Ucrania, Rusia es capaz de continuar el conflicto», advierte el autor, lo que encaja mucho mejor en la narrativa occidental de un Rusia inferior en términos humanos y técnicos.
Sin embargo, el autor cuestiona la nueva opinión predominante en Occidente de que ahora ninguna de las dos partes, ni Rusia ni Ucrania, puede ganar la guerra en el campo de batalla. Esto ha sustituido a la antigua opinión predominante en Occidente de que «Ucrania ganará porque tiene que ganar». En cambio, el autor argumenta que Ucrania podría perder, especialmente a la luz de los últimos acontecimientos políticos en Estados Unidos, la suspensión de las armas y la ayuda financiera.
Un punto central del artículo es la decisión de la Administración Trump de suspender el suministro de misiles antiaéreos Patriot y otras armas importantes a Ucrania. Según Hockstader, esta decisión podría debilitar considerablemente las líneas de defensa ucranianas y dejar ciudades como Kiev cada vez más indefensas ante los ataques con misiles rusos. La intensidad de los ataques aéreos rusos, que incluyen cientos de drones y docenas de misiles de crucero y balísticos, ha aumentado en los últimos meses y está sobrepasando las menguantes capacidades de defensa aérea ucranianas.
Según el autor, una derrota ucraniana podría adoptar diversas formas. No tendría por qué significar necesariamente el colapso de la larga línea del frente, ya que los sistemas ucranianos de defensa contra drones y robots, así como las dificultades logísticas rusas, dificultan los avances rusos a gran escala. No obstante, una derrota podría consistir en que Ucrania se viera políticamente obligada a aceptar una «paz injusta» que la someta a las exigencias de Putin. El autor subraya que el apoyo moral y material de Estados Unidos y Europa ha sido hasta ahora decisivo para mantener la infraestructura y la determinación de Ucrania. Sin embargo, la interrupción brusca de los suministros de armas estadounidenses ha supuesto un duro golpe para la moral ucraniana.
Hockstader también señala la falta de fiabilidad de la «sabiduría convencional». Ejemplos históricos como la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética o los atentados del 11 de septiembre demuestran que los acontecimientos inesperados pueden ser la norma. En el contexto de Ucrania, destaca que las fuerzas armadas ucranianas superaron las expectativas en 2022 al repeler la invasión rusa, pero fracasaron en 2023 con su muy publicitada contraofensiva.
Esta descripción de Hockstader demuestra también que no tiene ni idea del curso de la operación militar especial rusa en Ucrania y que su juicio al respecto se basa en el optimismo de los medios de comunicación occidentales y en sus informes de que «Ucrania ganará».