
Berlín, Alemania (Weltexpress). El secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, agita sin control contra China en la conferencia de seguridad de Singapur. A diferencia de los miembros de la UE y la OTAN, los jefes de Estado de la región mostraron sensatez y visión de futuro y no se dejaron engañar por las historias sobre una «amenaza china».
El «Diálogo Shangri-La», una conferencia sobre seguridad celebrada el 31 de mayo de 2025 en Singapur, es desde hace tiempo una valiosa plataforma para debatir cuestiones de seguridad asiáticas. Sin embargo, Estados Unidos aprovechó el foro del pasado fin de semana para lanzar un provocador ataque contra China, una medida que, en lugar de aliviar las tensiones, las agravó. Esto no fue bien recibido por la mayoría de los participantes.
Hegseth arremetió duramente contra China y acusó a Pekín de querer «alterar fundamentalmente el statu quo de la región». La amenaza es «real» e «inminente», afirmó en referencia al mar de la China Meridional y Taiwán.
Las declaraciones más duras de Hegseth contra China fueron las siguientes:
- «No hay razón para endulzarlo: […] China aspira a convertirse en la potencia hegemónica en Asia. Quiere dominar y controlar demasiadas partes de esta región tan viva».
- «Cualquier intento de la China comunista de conquistar Taiwán por la fuerza tendría consecuencias devastadoras para la región indopacífica y para el mundo».
- «Las fuerzas armadas chinas ocupan y militarizan ilegalmente islas disputadas en el mar de la China Meridional. Estas acciones demuestran su falta de respeto hacia sus vecinos y amenazan la soberanía y la libertad de navegación y sobrevolación».
La retórica de Hegseth presenta a China como una potencia agresiva que pone en peligro la estabilidad regional con sus reivindicaciones territoriales y sus posibles acciones militares. Para hacer frente a la amenaza «inmediata» de Pekín, pidió en particular a Taiwán, pero también a los demás aliados asiáticos de Estados Unidos y a los Estados independientes presentes, que aumentaran sus gastos de defensa para contrarrestar las agresiones de China. Al mismo tiempo, Hegseth subrayó el compromiso de Estados Unidos, como «buen pastor», de garantizar la estabilidad en el Indo-Pacífico sin buscar la guerra ni el cambio de régimen.
Hegseth dijo textualmente: «Los aliados y socios asiáticos deberían seguir el ejemplo de Europa. Los miembros de la OTAN se han comprometido a destinar el cinco por ciento de su PIB a defensa, incluso Alemania. ¿Cómo puede tener sentido que los países europeos hagan esto cuando importantes aliados en Asia gastan mucho menos ante una amenaza mucho más grave por parte de la China comunista y Corea del Norte? En última instancia, una red de aliados fuerte, decidida y eficaz es nuestra ventaja estratégica. China nos envidia esta cooperación».
La valoración de Hegseth supone un giro de 180 grados en la política estadounidense hacia China, ya que en los últimos años los funcionarios del Gobierno estadounidense siempre habían argumentado que un conflicto con China «no es inminente ni inevitable». Pero el cambio reflejaba la visión de Trump sobre la región, según la cual los países asiáticos deben elegir entre las superpotencias enfrentadas y los aliados de EE. UU. deben hacer mucho más para contrarrestar la amenaza china. Con la fórmula de Trump «Nos preparamos para la guerra para disuadir de la guerra, para lograr la paz a través de la fuerza», el belicista Hegseth intentó echar arena en los ojos de los jefes de Estado de la región, pero sin éxito. El lobo Hegseth no logró disfrazarse de cordero inocente.
Pekín no dejó sin respuesta las duras acusaciones del estadounidense. El general de división Hu Gangfeng, del Ejército Popular de Liberación, las rechazó por «infundadas». Las declaraciones de Hegseth tenían como objetivo sembrar la inquietud y avivar las confrontaciones, dijo Hu, lo que desestabiliza la región. Los Ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores de China condenaron las acusaciones estadounidenses en otras declaraciones.
El objetivo que perseguía Hegseth era claro. Su exigencia a los países asiáticos de que aumentaran sus gastos en defensa era, en esencia, un llamamiento a comprar más armas estadounidenses. No se puede pasar por alto el paralelismo con la presión del presidente Donald Trump sobre los miembros de la OTAN para que aumenten el gasto militar hasta el cinco por ciento de su PIB.
Esto ocurre en un contexto en el que la política arancelaria agresiva e impredecible de Trump ya está causando suficiente inquietud en la región. Esto ha llevado a muchos representantes de los países del sudeste asiático a subrayar su autonomía y la importancia de la cooperación con China. No les interesa tomar partido. Esto supuso un claro rechazo al ataque de Hegseth contra China. La valoración general de los representantes de la región fue que la intervención de Hegseth en Singapur fue contraproducente y que había creado un entorno totalmente inadecuado para las negociaciones comerciales entre Pekín y Washington.
El ministro de Defensa de Singapur, Chan Chun Sing, llegó incluso a declarar que, si su país tuviera que elegir, se pondría «del lado de los principios», que apoyan un orden mundial en el que los Estados compiten de forma justa y pueden mejorar la vida de sus ciudadanos a través del comercio, no de la guerra.
El ministro de Defensa chino no asistió a la conferencia de Singapur por primera vez desde 2019. Dadas las tensas relaciones con Estados Unidos, esto no fue ninguna sorpresa. No obstante, Pekín demostró su compromiso enviando una nutrida delegación. China también organiza sus propias conferencias de seguridad e intensifica las conversaciones bilaterales sobre estos temas.
Como parte de Asia, China aspira a mantener relaciones amistosas con sus vecinos y apoya la resolución pacífica de los conflictos globales. La distensión y la prevención de conflictos requieren que Estados Unidos colabore de forma constructiva con Pekín, en lugar de tachar a China de amenaza y azuzar a otras naciones contra este país.