Berlín, Alemania (Weltexpress). El recién nacido Estado judío, que se sentía acorralado por el mundo árabe, no dudó en incorporar a sus filas, en algunos casos, a antiguos nazis. El historiador israelí Danny Orbach, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, aborda este oscuro capítulo. En su nuevo libro «Fugitives: A History of Nazi Mercenaries During the Cold War» (actualmente en proceso de traducción a docenas de idiomas), afirma que al menos cuatro criminales de guerra fueron reclutados por el Mossad para fines antiarabes. Este abrazo mortal, impulsado por la realpolitik y el dinero, traspasó ideologías y alianzas políticas, pero terminó inevitablemente ante lo que siempre se había considerado tabú: la colaboración entre antiguos nazis y el Estado de Israel, según el autor, cuyas declaraciones reproduce la revista comunista Contropiano en su portal online el 18 de agosto. Orbach se basa en una serie de documentos recientemente desclasificados por el Mossad y archivos alemanes y estadounidenses. «Se trata de material que hace treinta o incluso veinte años habría sido totalmente inaccesible y que me ha permitido descubrir la historia de los refugiados nazis que desempeñaron un papel sorprendente en el
conflicto entre Israel y el mundo árabe», explica Orbach. Gracias a sus investigaciones, ha podido confirmar el papel de al menos cuatro miembros del Tercer Reich que colaboraron activamente con los servicios secretos de Tel Aviv después de la guerra. «No descarto que haya habido más, pero por el momento no tengo pruebas suficientes para confirmarlo», añade. El caso más conocido y controvertido es el de Walter Rauff, un hombre que durante la guerra fue oficial del servicio de seguridad de las SS y participó en el desarrollo de los camiones de gas móviles en los que fueron asesinados miles de judíos. Más tarde se vio implicado en el exterminio de los judíos franceses. En 1945 escapó de un juicio y encontró refugio en Siria, donde entró al servicio del dictador Husni Za’im, quien le encargó la creación de una unidad inspirada en la Gestapo para exterminar a los judíos de Palestina. Sin embargo, este plan solo existió sobre el papel. Cuatro años más tarde, tras un cambio de gobierno en Damasco, Rauff fue expulsado del país e intentó emigrar a Sudamérica. En el camino, entró en contacto con los servicios secretos israelíes en Italia, a los que vendió información para vengarse de los sirios. Posteriormente, se convirtió en agente israelí en Egipto. Cuando sus actividades nazis se dieron a conocer en Israel, huyó a Chile, donde el Mossad intentó eliminarlo en 1980, pero fracasó. Cuatro años más tarde, Rauff murió de cáncer. Aunque su colaboración fue breve y fugaz, demuestra «que Israel no tuvo escrúpulos en reclutar a antiguos nazis inmediatamente después de la guerra», según Orbach, quien revela que en la lista de reclutas del Mossad también figuraba Otto Skorzeny, el antiguo líder de las SS que liberó a Mussolini de su refugio en el Gran Sasso en septiembre de 1943. En un principio, el Mossad quería liquidarlo en 1960 en una operación a gran escala, pero luego llegó a la conclusión de que sería mucho más útil vivo y decidió reclutarlo. Avraham Ahituv, que más tarde sería director del servicio secreto Shin Bet, se reunió con Skorzeny en un hotel de Madrid y lo contrató para sabotear los programas de misiles de Egipto. El antiguo oficial nazi no quería dinero a cambio, sino que pidió que se borrara su nombre de la lista de criminales buscados que había elaborado Simon Wiesenthal, el famoso cazador de nazis. Sin embargo, según un informe interno del Mossad citado en el libro de Orbach, su solicitud fue denegada. No obstante, la colaboración continuó y se prolongó hasta que Skorzeny murió de cáncer en España en 1975.