Berlín, Alemania (Weltexpress). El 8 de agosto de 2025 ya se habían multiplicado los indicios de que una cumbre entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladímir Putin estaba al caer. Paralelamente, las señales contradictorias sobre la posible participación del ya expresidente ucraniano Vladímir Zelenski provocan tensiones diplomáticas, tanto en Kiev como en las capitales occidentales. La situación sigue siendo fluida y está marcada por la retórica pública contradictoria, las maniobras tácticas y la propaganda selectiva de los actores occidentales, incluidos Washington y el propio Trump.

La cumbre entre Trump y Putin se celebrará inicialmente en los Emiratos Árabes Unidos. El Kremlin ha confirmado un acuerdo de principio sobre la celebración de la reunión, aunque ambas partes siguen muy distanciadas en cuanto al contenido que se tratará. Al principio tampoco estaba claro si Zelenski participaría. Trump había insistido inicialmente en un formato trilateral, pero más tarde admitió que la participación de Zelenski en la reunión no era una condición previa.

En principio, Trump y Putin persiguen objetivos muy diferentes y diametralmente opuestos. Putin quiere un acuerdo que tenga en cuenta los intereses vitales de Rusia en materia de política de seguridad, que Putin ha reiterado una y otra vez desde el inicio de la operación militar especial y que no han cambiado en sus puntos esenciales. Sin negociaciones previas sustanciales para crear una base sólida para un acuerdo global en materia de política de seguridad, Putin no estaba interesado hasta ahora en una simple cumbre de palabrería con Trump.

Al presidente Trump le traen sin cuidado las consideraciones geoestratégicas en materia de seguridad que tanto importan a Putin, porque de todos modos no las entiende. Sin embargo, quiere pasar a la historia como el hombre que logró el alto el fuego decisivo en Ucrania, porque eso le acercaría, al menos en su opinión, un paso de gigante a su gran objetivo personal: el Premio Nobel de la Paz.

La caza del Premio Nobel de la Paz por parte de Trump

Emma Shortis, una «experta en Trump» británica, fue citada recientemente en el diario británico The Independent diciendo que la búsqueda de Trump del Premio Nobel de la Paz no tiene nada que ver con la paz, sino que refleja su «vergonzoso deseo de trofeos», que no se trata de un objetivo coherente de política de paz, sino de su ego desmesurado.

Las declaraciones públicas de Trump, en particular sus comparaciones con su archienemigo, el expresidente Barack Obama, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2009, al comienzo de su mandato, sugieren que su interés por el galardón obedece a motivos puramente personales. Un artículo de la revista The Diplomat destaca la «aparente obsesión de Trump por ganar el Premio Nobel de la Paz», que «podría estar relacionada con su rivalidad con Obama». Este sentimiento se refleja en los repetidos comentarios de Trump en mítines y ruedas de prensa, en los que destaca sus logros en materia de paz y, a menudo, los presenta como mucho más importantes que los de anteriores galardonados.

Teniendo en cuenta los motivos e intereses tan dispares con los que Putin y Trump se encontrarán en la cumbre, si es que llega a celebrarse, ¿puede realmente salir algo constructivo para Rusia? A primera vista, es difícil de imaginar. Por otro lado, la parte rusa podría conceder a Trump el alto el fuego que desea en Ucrania si Trump acepta las condiciones rusas, y precisamente este es el rumbo que parece tomar la situación en la tarde del 9 de agosto.

El temor de Kiev a que EE. UU. venda sus intereses

Ya el 8 de agosto de 2025, el mundo se enteró, por ejemplo, a través de Yuri Ushakov, un alto diplomático ruso y miembro del Kremlin, de que «había una oferta por parte de EE. UU. que la parte rusa consideraba aceptable». Al mismo tiempo, comenzaron a circular rumores sobre las concesiones ofrecidas por Estados Unidos a Putin con respecto a Ucrania en la próxima reunión entre Putin y Trump. Todo ello se produjo en un contexto de numerosos informes (en su mayoría aún sin confirmar) de que el frente de las fuerzas armadas ucranianas se había derrumbado alrededor de la última fortaleza importante, Pokrovsk, y que las tropas rusas habían registrado el mayor avance diario de la guerra.

Mientras tanto, en Kiev crecía y sigue creciendo la preocupación por quedar excluidos de las conversaciones centrales. Los políticos europeos también intentan entrometerse y expresan su escepticismo sobre la eficacia del enfoque de Trump. Los medios rusos, por el contrario, acogen con gran satisfacción la exclusión de los europeos y de Zelenski.

Mientras tanto, el ya expresidente ucraniano Zelenski fue citado en el New York Times (NYT) diciendo que rechazaba categóricamente cualquier renuncia al territorio ucraniano a cambio de la paz. El NYT señala que la dura postura de Zelenski podría irritar a Trump, que ha convertido un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia en una de sus principales prioridades en política exterior, incluso si ello significa aceptar condiciones desfavorables para Kiev.

En el artículo del NYT también se cita al predecesor de Zelenski, Petro Poroshenko, con estas heroicas palabras: «Los ucranianos son una nación que no intercambia sus territorios. No podemos permitir un precedente en el que se alcance la paz a cambio de nuestro país».

Sin embargo, el NYT señala que la proporción de ucranianos dispuestos a hacer concesiones territoriales a los rusos ha aumentado desde 2023 y ahora se sitúa en torno a la mitad de los encuestados. Según los medios occidentales, las actuales discusiones entre Estados Unidos y Rusia sobre el fin de la guerra incluyen la retirada de Kiev de todas sus fuerzas armadas de toda la región de Donetsk.

Pero ni las protestas del «narizón», cuya fecha de caducidad como presidente de Ucrania ya ha pasado hace tiempo, ni las de su predecesor Poroshenko, ni las de ningún otro ucraniano, que afirman: «Sin nosotros, sin Ucrania, la guerra no puede terminar», pueden lograr nada. Porque Washington comenzó su proyecto ucraniano hace décadas y, si ahora se retira, como hizo hace unos años de Afganistán, los europeos tampoco podrán ayudar a Ucrania.

Según las últimas noticias, la cumbre entre Putin y Trump se celebrará ahora el 15 de agosto en la capital de Alaska. La decisión de celebrar la reunión en Alaska es tanto simbólica —es el estado de EE. UU. más cercano a Rusia, tanto geográfica como históricamente— como práctica. El avión presidencial ruso podría simplemente sobrevolar el estrecho de Bering para llegar a Alaska. Además, Anchorage está lo suficientemente lejos de actores externos, como los intromisos del Reino Unido y la UE, y ofrece un entorno controlado y seguro para las negociaciones.

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