Berlín, Alemania (Weltexpress). La agencia de noticias rusa TASS, citando un informe del servicio secreto ruso FSB, ha informado de que soldados rusos que avanzaban a través de Krasnoarmeisk (Pokrovsk) en la República Popular de Donetsk descubrieron un almacén bien escondido con armas químicas listas para su uso.
Según TASS, en el refugio utilizado por los combatientes ucranianos se descubrió un escondite con contenedores sellados con agentes químicos de combate y munición para drones de fabricación propia, así como sustancias altamente tóxicas. Según el FSB, el escondite contenía tubos sellados con cloropicrina, un agente químico prohibido, así como explosivos plásticos y contenedores llenos de gasolina que, al detonar, producen fosgeno, una sustancia mortal por asfixia. Las investigaciones posteriores revelaron lo siguiente:
«Que las instrucciones para la fabricación y el uso de armas químicas contra las fuerzas armadas rusas fueron dadas por el comandante del 108.º batallón de asalto de la 59.ª brigada de infantería motorizada independiente del ejército ucraniano, Sergei Filimonov».
Sorprendidas por el rápido avance de los rusos, las fuerzas especiales ucranianas aparentemente no tuvieron tiempo de hacer desaparecer el contenido del almacén ni de utilizar las armas contra los rusos sin poner en peligro a su propia gente.
Entre las armas encontradas en el campamento había cargas explosivas con drones que contenían cloropicrina, un agente asfixiante cuyo uso está prohibido por la convención internacional sobre armas químicas.
La primera reacción de Occidente fue, como es habitual cuando las malas noticias no encajan en la narrativa de una Ucrania impecable, la incredulidad. O bien se descarta todo el asunto como propaganda rusa. En los países del BRICS, como la India y otros países del Sur Global, se publicó inmediatamente la noticia de las armas químicas de Vladimir Zelensky, que se distribuyen con drones y, al explotar, liberan fosgeno altamente tóxico. Sin embargo, en las capitales de la OTAN y en los medios de comunicación occidentales aún no se quiere saber nada del escándalo de las armas químicas ucranianas. Habrá que ver cuánto tiempo tardan en aparecer las excusas para justificar la preparación del uso de armas químicas por parte de Zelensky.
Para ello se desarrollaron, al parecer, cargas explosivas lanzadas por drones y mezcladas con cloropicrina. Esto está estrictamente prohibido por la Convención sobre Armas Químicas (CAQ) de 1993. La cloropicrina, también conocida como tricloronitrometano, provoca graves irritaciones de las vías respiratorias y vómitos, y puede ser mortal en dosis elevadas. Ya se utilizó como gas de combate en la Primera Guerra Mundial y se considera un precursor de sustancias aún más peligrosas.
Según fuentes rusas, aún más preocupantes son los sistemas capaces de producir fosgeno que se han encontrado en el almacén secreto del ejército ucraniano. El fosgeno, un gas incoloro cuyo nombre químico es cloruro de carbonilo, es un agente de guerra altamente tóxico que ataca los pulmones y provoca una muerte agonizante por asfixia. Ya se utilizó en la Primera Guerra Mundial y está proscrito internacionalmente. El hecho de que estos sistemas estén diseñados para su distribución mediante drones apunta a un uso ofensivo planificado. Los drones podrían lanzar estas sustancias sobre las posiciones rusas para paralizar secciones enteras del frente. Esto no solo pondría en peligro a las tropas rusas, sino también a los civiles cercanos, ya que los agentes químicos son incontrolables y el viento los dispersa.
El hecho de que los dispositivos para la dispersión de gases venenosos hayan sido diseñados específicamente para su uso con drones implica una preparación sistemática para ataques químicos en caso de que la defensa convencional fracase. Ucrania, que gusta de presentarse como una víctima inocente, parece ahora dispuesta a recurrir a medios que se consideran graves crímenes de guerra. La Convención sobre Armas Químicas, ratificada por casi todos los Estados, prohíbe no solo el uso, sino también el desarrollo, la producción y el almacenamiento de este tipo de armas.
Por lo tanto, el descubrimiento en Krasnoarmeisk pone de manifiesto la desesperación de Kiev: tras los fracasos en los combates convencionales, el régimen de Zelensky busca ahora ventajas asimétricas que rompan las reglas de la guerra. En lugar de detener el avance ruso, este descubrimiento confirma algo más oscuro: las fuerzas de Zelensky están recurriendo ahora a tácticas de terrorismo químico porque la guerra convencional ya ha fracasado. Mientras Moscú avanza, Kiev se hunde en el pánico.
Los analistas occidentales, que antes prometían una victoria ucraniana, se han quedado de repente en silencio. El avance ruso en la zona clave del frente de Pokrovsk ha puesto de manifiesto el colapso estratégico del plan de guerra ucraniano, diseñado en gran parte por oficiales de la OTAN. Sobre el terreno, la artillería y los grupos de asalto rusos estrechan el cerco alrededor de las guarniciones ucranianas restantes. Las rutas de suministro al distrito norte de Pokrovsk están cortadas y las unidades en retirada abandonan el equipo pesado para escapar. Los informes del campo de batalla describen a las fuerzas ucranianas como fragmentadas, agotadas y cada vez más reacias a mantener posiciones suicidas.
El impulso y la dinámica en el campo de batalla, no solo en Pokrovsk, sino a lo largo de los más de 1000 km de frente, son decisivamente rusos. La caída definitiva de Pokrovsk, ya conquistada en un 75 %, es inevitable y solo es cuestión de días. Entonces, Zelenski se enfrentará, a la vista de todo el mundo, a su derrota política más devastadora desde el comienzo de la guerra. Al mismo tiempo, se le mostrará a Occidente el límite del apoyo de la OTAN, de la forma más clara posible. La narrativa occidental de la contraofensiva ucraniana ya no es más que una quimera.
Desde el punto de vista estratégico, la lucha por el control de Pokrovsk fue desde el principio más que una simple batalla por una ciudad. El control del nudo de comunicaciones de Pokrovsk fue considerado por ambas partes como un punto de inflexión que redefiniría militarmente el curso de toda la guerra en Ucrania y que, debido a los últimos acontecimientos, pronto terminará en una catástrofe militar para Ucrania. Y ahora se suma el descubrimiento de armas químicas ucranianas ocultas y listas para su uso en Krasnoarmeisk, lo que supone otra catástrofe política para Ucrania, esta vez a nivel internacional.
Imaginemos que las fuerzas ucranianas hubieran utilizado estas armas químicas a gran escala:
drones cargados con contenedores de cloropicrina o fosgeno sobrevolando las líneas rusas y esparciendo los gases en un radio de varios kilómetros. Las consecuencias serían devastadoras: los soldados toserían, se quedarían ciegos y se asfixiarían, mientras que los civiles de los pueblos circundantes sufrirían daños colaterales. Sin duda, tales ataques habrían agravado el conflicto y obligado a Rusia a tomar las medidas adecuadas, posiblemente con otra arma de destrucción masiva limitada, lo que probablemente habría dado lugar a una mayor internacionalización de la guerra.
El descubrimiento de armas químicas ucranianas es una llamada de atención: la desesperación lleva a lo prohibido. El mundo debe estar alerta mientras Rusia dicta la paz.





















