Berlín, Alemania (Weltexpress). Esta serie de tres partes analiza el artículo publicado en la revista Foreign Affairs por renombrados guerreros fríos de EE. UU. Se trata de la creciente cooperación entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte, sus objetivos comunes y el desafío que supone para el orden mundial occidental basado en normas.
En un mundo marcado por las tensiones geopolíticas, los representantes estadounidenses del pensamiento de la Guerra Fría ven surgir una nueva constelación de poder que tiene como objetivo socavar el orden global dominado por Estados Unidos. La parte I examina el surgimiento de este «eje del cambio» y sus primeras repercusiones. La parte II analiza las dinámicas y tensiones dentro de este grupo, así como sus ambiciones estratégicas. La parte III esboza, desde el punto de vista de los dos autores de Foreign Affairs, Andrea Kendall-Taylor y Richard Fontaine, cómo deberían responder Estados Unidos y sus aliados a esta amenaza para defender el orden mundial existente.
«Durante años, China, Rusia, Corea del Norte e Irán han ampliado su coordinación con el objetivo común de debilitar a Estados Unidos y su liderazgo», argumentaron los dos autores, Kendall-Taylor y Fontaine, en un ensayo muy comentado en 2024. La convergencia de estos países «ya ha cambiado el panorama geopolítico», escribieron. «Sus capacidades económicas y militares combinadas, junto con su determinación de cambiar el funcionamiento del mundo desde el final de la Guerra Fría, dan lugar a una mezcla peligrosa».
Foreign Affairs presentó brevemente a los dos autores de la siguiente manera:
ANDREA KENDALL-TAYLOR es investigadora principal y directora del Programa de Seguridad Transatlántica del Centro para una Nueva Seguridad Americana. De 2015 a 2018, fue subdirectora de Inteligencia Nacional para Rusia y Eurasia en el Consejo Nacional de Inteligencia.
RICHARD FONTAINE es director del Centro para una Nueva Seguridad Americana. Ha trabajado en el Departamento de Estado de EE. UU., en el Consejo de Seguridad Nacional y como asesor de política exterior del famoso belicista y ya fallecido senador estadounidense John McCain.
En el extenso ensayo que ambos autores publican actualmente en Foreign Affairs, advierten con más insistencia que nunca sobre la nueva constelación geopolítica formada por China, Rusia, Irán y Corea del Norte, cuya coalición informal denominan «Eje de la Agitación» (en inglés, «Axis of Upheaval»). Estos Estados tendrían el objetivo común de «socavar los principios, las normas y las instituciones del orden internacional existente», que consideran dominado por Estados Unidos. Su cooperación ya ha «cambiado el panorama geopolítico» a nivel internacional, y sus capacidades económicas y militares conjuntas constituyen una «mezcla peligrosa», advierten los autores.
La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 aceleró esta cooperación. Los ataques en Ucrania dejaron claro que Rusia no actúa sola: las armas rusas utilizadas contenían tecnología de China, misiles de Corea del Norte y drones de Irán. «Moscú ha utilizado más de 3700 drones de diseño iraní» y Rusia produce ahora al menos 330 drones al mes (nota del editor: según los últimos datos, hasta 1000 al día), mientras trabaja con Irán en los planes para una nueva fábrica de drones.
Corea del Norte suministra misiles balísticos y más de 2,5 millones de proyectiles de artillería, mientras que China se ha convertido en el principal sustento económico de Rusia. Pekín ha aumentado enormemente sus compras de petróleo y gas rusos y suministra material bélico como semiconductores, dispositivos electrónicos y piezas para aviones de combate. Según los registros aduaneros, las importaciones rusas de chips informáticos se están acercando de nuevo a los niveles previos a la guerra, a pesar de las sanciones occidentales, y más de la mitad proceden de China, lamentan los autores.
Este apoyo refuerza la posición de Rusia en el campo de batalla, socava los esfuerzos occidentales por aislar a Rusia y perjudica a Ucrania. Pero la cooperación no se limita a Ucrania. Los cuatro países han profundizado sus relaciones económicas, militares, políticas y tecnológicas. Comparten cada vez más intereses comunes, coordinan su retórica y armonizan sus actividades militares y diplomáticas. «Su convergencia crea un nuevo eje de cambio, una evolución que está transformando radicalmente el panorama geopolítico», subrayan los autores.
La cooperación no es nueva. China y Rusia han profundizado su asociación desde el final de la Guerra Fría, una tendencia que se ha acelerado tras la «anexión» de Crimea por parte de Rusia en 2014. Entre 2013 y 2021, la cuota de China en el comercio exterior ruso se duplicó, pasando del 10 % al 20 %, y Rusia suministró alrededor del 83 % de las importaciones de armas chinas entre 2018 y 2022. La tecnología rusa ha reforzado las capacidades militares de China, especialmente en los ámbitos de la defensa aérea, las armas antiaéreas y los submarinos.
Irán también ha intensificado sus relaciones con los demás miembros del eje, por ejemplo, mediante la cooperación con Rusia para apoyar al presidente sirio Bashar al-Assad desde 2011. Corea del Norte, que durante décadas ha dependido de China como su principal aliado, ha suministrado misiles a Irán desde la década de 1980 y posiblemente apoya a grupos proxy iraníes como Hezbolá.
Los cuatro Estados no formaban una alianza exclusiva, sino una «colección de Estados insatisfechos» unidos por su deseo común de desafiar el orden liderado por Estados Unidos. Su cooperación refuerza sus capacidades militares, debilita la eficacia de las sanciones occidentales y obstaculiza la capacidad de Estados Unidos y sus socios para hacer cumplir las normas globales. «Cuando estos cuatro países colaboran, sus acciones tienen un impacto mucho mayor que la suma de sus esfuerzos individuales», advierten Kendall-Taylor y Fontaine.
A pesar de sus diferencias —como la competencia entre China y Rusia en Asia Central o entre Rusia e Irán en los mercados petroleros—, su objetivo común de debilitar a Estados Unidos y su liderazgo sigue siendo un fuerte vínculo. Los autores subrayan: «En regiones de Asia, Europa y Oriente Medio, las ambiciones de los miembros del eje ya han tenido efectos desestabilizadores». Superar este reto debería ser ahora un objetivo central de la política exterior estadounidense.